Reflexiones de domingo: La burbuja de las it-girls

Como ya os dijimos en nuestro particular diccionario corregido, no hay nada que odiemos más en el mundo que esos términos anglosajones manidos y que ya no sirven ni evocan nada de lo que en su día significaron. Entre ellos al que probablemente más uso se le dé actualmente es al de it-girl. Las chicas-de-It han sufrido una importante evolución desde la aparición del concepto allá por los locos años 20 con Clara Bow (que protagonizó la famosa película It y que le valió el apodo de It-girl, origen del término).

Y es que el concepto de it-girl poco tiene que ver ya con esas chicas que, sin hacer nada aparentemente especial, sobresalían por su estilo o su modo de vida. Ahora son las marcas las que buscan y fabrican a las eso-chicas para utilizarlas a su antojo, y han encontrado en internet y especialmente en el mundo de los blogs un importante filón.

Sin embargo el problema de internet es que como bien todos sabemos – y tal y como nos enseña el telediario de Antena 3 cada mediodía- es un arma de doble filo, y pasa como con Esperanza Aguirre y Rajoy montados en un helicóptero, que en un momento estás arriba y cuando te quieres dar cuenta estás abajo. Eso no pasaba con las primeras it-girls, las que precedieron al tornado del 2.0, que han conseguido mantener una imagen de figuras respetables dentro de la industria.

Este es el caso de Chloë Sevigny (se pronuncia “Cloi Sevení”), It-girl de finales de los 90 y principios del 2000, chica rara donde las haya y mi eterna favorita. Su estilo brilla por su eclecticismo; conoce y usa las tendencias de antemano y no se ciñe a lo que se lleva en cada momento, ella va por libre. Prendas vintage mezcladas con ropa de segunda mano o de tiendas high-street. Y es que tal y como ella afirma, Chloë es como nosotros “Me sigue costando justificar el desembolso de 500$ por un jersey”. ¿Cuál es el futuro de esta it-girl? Probablemente seguirá colaborando con Opening Ceremony, llenando páginas de estilo y críticas cinematográficas porque hay algo que sustenta su estatus de it. No es guapa, no es la mejor actriz del mundo, no usa la ropa más cara ni más actual, pero Chloë tiene algo.

Nada tiene que ver el caso anterior con el de la que probablemente sea la primera It-girl del 2.0. La joven Cory Kennedy (cuyo nombre, todo hay que decirlo, ya mola más que el de la mayoría de los mortales) saltó a la fama allá por 2005 cuando comenzó una relación con Cobrasnake, que la sacaba en foto sí, foto también. Cory tenía 16 años, un estilo increíblemente desenfadado y ese rollo de salvaje adolescente que tanto gusta a la industria de la moda. Su popularidad creció como la espuma y se extendió por internet a la velocidad a la que abandonan a Chenoa. Pero como dicen nuestras abuelas “donde tengas la olla no metas…” (es así, mi abuela nunca lo terminaba porque era una mujer decente), y tras su ruptura con el fotógrafo la pobre Cory pasó a un segundo plano. Todo esto unido al hecho de que pasó de niña a mujer y donde antes una camiseta de tirantas de la M quedaba grande y cool ahora quedaba justita, hicieron que la era de Cory acabara. Ahora sobrevive haciendo de reportera de vez en cuando para Nylon o protagonizando alguna que otra editorial sobre estrellas caídas. Es rubia y uno de sus ojos ha decidido mirar a Lugo y el otro a Tel Aviv. Animalito.

En la otra cara de la moneda de Cory están esas chicas a las cuales el estatus de It-girl les ha llegado más por lazos de sangre que de talento (aunque después algunas de ellas hayan demostrado tener ciertas cualidades en los campos a los que se han dedicado), una tendencia que iniciaron las polémicas Paris Hilton y Nicole Richie y que hoy continúan chicas como Anabelle Dexter-Jones de la archiconocida familia Ronson y que se ha vendido a si misma como modelo/actriz/diseñadora sin ella nada de eso; Peaches Geldof, hija del cantante Bob Geldof la cual tuvo hasta su propio reality y a la que da gusto oir hablar del fenómeno it-girl que casi la arrastra como un huracán; o nuestras very own Gala González o Miranda Makaroff, sobrina de Adolfo Dominguez e hija de Lydia Delgado respectivamente, que viven en la actualidad su apogeo como it-girls patrias y que dentro de poco nos descubrirán que no sólo saben postear, desfilar, diseñar o pinchar discos sino que también son ingenieras aeronáuticas y catedráticas en historia del pensamiento. ¿Cuál es el futuro de estas chicas? Si son listas no dejarán escapar la oportunidad de hacer contactos y encontrar un buen puesto no de cara a la galería para un futuro. Si no siempre pueden volver con papá y mamá.

El último modelo de it-girl es el más actual. La it-girl creada por y para la industria. Actrices o cantantes que encajan en el perfil de niña mona y que con un buen (y enorme) equipo de estilistas y publicistas se convierten en los rostros más buscados del momento por todos los medios. Moldeadas como un trozo de arcilla chicas como Olivia Palermo o cualquiera de las protagonistas de Gossip Girl (menos Vanessa, nadie aguantaba a Vanessa) se convierten en temporales it.girls, que durarán una temporada, dos, o las que al diseñador y las marcas de turno les interese. ¿Serán capaces sus carreras de aguantar la pérdida de atención mediática cuando se cansen de ellas? No lo sabremos hasta dentro de unos meses o años, lo que sí es seguro es que las it-girls se han convertido en un producto de consumo y en una burbuja que explotará como lo han hecho todas en los últimos años. Si de algo podemos estar seguros es de que nadie hablará dentro de 50 años de Blake Lively en los términos en los que hoy nos referimos a la gran Clara Bow.